José Peris Panach es un hombre esencial en cuanto hombre; es decir: doblemente hombre, por hombre y por gran pintor. A José Peris Panach le presiento cierta añoranza por un tiempo pasado que tal vez no fuera feliz, pero que era de más calidad del que vivimos. La luz era más luz y el perro meditaba sobre el ser y el tiempo con los mismos rigores que Bergson y Heidegger aunque en un corral mediodiero de nuestro Alto Palanacia..
José Peris Panach atiende y dialologa mientras pinta, con el telefóno móvil agarrado con misterio en el oído:
- ¿Sabes?
- ¿Qué?-
-Esa escena la tengo como vista, soñada o anhelada en mi desiderátum realista/impresionista, una cosa rara que nadie hace. ¿Es posible que Horas de siesta suponga un acercamiento encontrado a mi realidad perdida? Los otros cuadros, los que llevo vistos, son de una policromía exultante, fuerte, rica, barroca, mediterránea, vital, que tal vez nos pasa inadvertida por ser como de la familia. como de la tierra y de la intrahistoria. Pero son obras que se alejan del costumbrismo estatuario, quieto, rígido, por asumido... La sensación de lento moviemiento de la vida la le da la serenidad de los patios en esas horas taimadamente amatorias de la siesta...
- No vas mal… Una vez compararon mi pintura a la literatura de Azorín, y me llenó e satisfacción.
- A mi modo de ver, por ser de más vivacidad y y no esterparia, como la estética azoriniana, yo la asimilaria, más bien, a la prosa de Gabriel Miró.
- Pues, la verdad es que no había pensado en él, pero tal vez, tal vez...
- Es que hay algo de Sorolla, quizá la luz, pero no se diluyen los colores en el éter, se concretan en un hiperrealismo que no es como el de Antonio López, asfáltico, urbano y madrileño, de Gran Via… Yo diría... que es quietista y observador (o absorvedor) de las horas singulares del verano… La verdad es que busco referencias en Segrelles, en Pinazo, en Muñoz Degrain, incluso en el Equipo Crónica, por valencianismo, no por compromiso social, pero dando por hecha mi cortedad en estos temas, y no las encuentro … Y sé que todos los que escribimos o pintamos nos fijamos en alguien, siempre hay un maestro principal y varios securndarios...
- Mi mayor y más apreciado maestro fue mi padre: Peris Aragó. Ya sabes, entonces la escuela sorollista se imponía. Por esa vía, es posible que reciba algún influjo, sí, es posible… Pero yo soy yo.
-Eso es más que evidente.
En otros honrados ciudadanos, además de sus yos, están sus cirucunstancias. En el caso de Peris Panach sus circunstancias son pinturas potenciales. Unas pinturas donde la presencia del perro, siempre meditabundo, estoico, hierático, sabedor de su destino, serenamente rebelde por el magisterio de su pose, es obsesiva. No se aprecia predilección de razas, pero yo diría que es un tanto aficionado a los mestizos propios de la tierra. La hora de la siesta es la hora con perro en el corral para Panach...: Peris Panch
Llevo varios días y mediodias, con sus noches y alboradas, desvelado en las horas de la siesta de sus cuadros. Escucho el zumbido de los moscardones, espío las precauciones del gorrión, me llegan los silbos inorquestdos de unos abejarucos que están pero no se ven, y zurean los palomos en de su prisión de alambre hexagonado. No hay personas porque sobran: la Humanidad está representada por el perro, mucho más racional y sabedor de la verdad, de la mentira y del arte.
Hay un verismo soñado en la pintura de Panach (Peris) ; una poética del ser en la retina, una mano de Dios en la paleta que no sólo es goce de mi ser en este encuentro. No sólo es mío porque, mientras él pinta atendiendo llamadas que le quieren, invito a todos los seres conscientes del hecho continudado de vivir a descansar a la sombra de las parras, a sosegarse en la paz de estas luces, en la quietud de estas siestas, a pensarse en las miradas de estos perros... A no alajarse nunca de la pintura valenciana del Palancia