La fuente Larga es una idem literaria, serena y milagrosa; bella y enmoriscada, de agua límpida, perfecta, inmaculada… que se encuentra en Vall de Almonacid (Castellón), pueblo que tengo por mío y pueblo que me tiene por suyo, tal es el mutuo aprecio, hijo de los años… Con permiso de Dios y haciéndome responsable ante la Historia, a la sazón de un uso y disfrute entrañable del manantial, que tal vez pudiera definirse como “usucapión amorosa”, pergeño estas páginas preliminares de la cuarta salida de La fuente a la palestra periodística.… La fuente Larga, en su oficio de fuente, además tiene, alimentada por una acequia que cumple como arteria coronaria, una alberca en cuyo légamo abisal vivaquean un centenar de carpas, entre adultas y adolescentes, que parecen ser felices. La fuente Larga, tiene también una mansión con hálito de tiempo y unas letras dormidas de don Juan Valera, y recuerdos de don Vicente Blasco Ibáñez, allí refugiado y a salvo de la represión noventayochera, por culpa del parricida adiós de nuestra Cuba. En la mansión de la fuente Larga hay, asimismo, una niña muerta pintada en un mural, una niña soñada que espera, entre rubores, las letras vivificantes que le den cierta añoranza a los pasados y firme dignidad a los futuros.… En ello estamos. Porque La fuente Larga, en cuanto nombre de columna periodística (da la casualidad de que, misteriosamente, un artículo, parcialmente explicativo de su ser, no ha sido publicado en el girondino papel de La Rasera; huelga decir que verá la luz…) es muy posible que no tenga parangón en toda la historia del periodismo literario español; porque si, profesionalmente hablando, se suele decir que las fuentes son “generalmente bien informadas”, en este caso, además, la nuestra es “larga”. O sea, de luengo alcance y significado, pues, como bien decía mi admirada ex directora del Escavia Información cuando algún artículo le parecía demasiado culterano: "Así está muy bien, porque el periodismo no tiene que informar solamente, sino también formar; eso: formar".
Y en éstas continuamos: sin novedad en la guardia… Porque si larga es la fuente, larga es la batalla cuando no se tienen más padrinos que los de la pila bautismal. En ella, en la “batalla” de la “fuente”, he perdido el rítmico tic-tac del corazón y la visión extraordinaria de mi ojo perdicero, posiblemente por el estrés, pero yo prefiero llamar a la desgracia “ansiedad” porque aún sigo creyendo en la poesía. No importan las heridas, como también le dije a mi ex directora, doña Noelia, pienso que con gran provecho para ella, citándole a mi maestro, don Camilo José Cela, con el que tuve alguna amistad epistolar: "El escritor es bestia de aguantes insospechados, animal de resistencias sin fin, capaz de dejarse la vida -y la reputación, y los amigos, y la familia y demás zarandajas- a cambio de un fajo de cuartillas en el que puede adivinarse su minúscula verdad (que, a veces, coincide con la minúscula y absoluta libertad exigible al hombre)".
A pesar, pues, de los dos mil folios, equivalentes a seis libros, que tengo por acabar y corregir, siempre he sido de la misma opinión que Hemingway y “Gabo”, en el sentido de que el escritor “de raza” debe ser, antes que nada, escritor de Prensa: el grande y melancólico "Azorín", el de La Ruta de don Quijote y Sancho, fue eminentemente un escritor de Prensa. Y, la verdad: a pesar de Norman Mailer, nadie en este género como los españoles, que ahí están Mariano de Cavia, César González Ruano, Francisco Umbral, Raúl del Pozo y el difunto, y siempre admirado, Pedro Rodríguez, aquel Pedro Rodríguez que me enseñó el uso del adjetivo en su columna de Pueblo.
A todos, pues, a todos los que se dejan el corazón, y los ojos, y la vida, y la muerte, en el papel, sea como escritores, sea como lectores, les invito a mi/nuestra fuente Larga, porque como enfatiza don Camilo: "amordazado y maniatado, el escritor sigue siendo escritor. Y muerto también." Muchas gracias.
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