Normalmente, ahora, en consonancia con la altura de los tiempos -aunque la vida quizá siempre sea la misma- me siento demasiadas horas asomado a la ventana del ordenador. Unas veces me excedo por ver la prensa; otras, ilustres personajes; otras, grandes criminales, otras; alguna tía desnuda. En fin, lo corriente…
Pero cuando me canso del mundo mundial, me asomo a la ventana de Segorbe y miro pasar mi gente. La misma figura humana que pasa por la puerta del bar Lara, un instante después, entra en el Ayuntamiento. Y así, hombres, mujeres, chiquillos y hasta algún perro…
Es, pues, ésta mi más preciada ventana. Pero, hace ya bastantes años, en el 87, muy impresionado por la lectura completa de las obras de León Felipe, decidí seguir sus pasos por la geografía española… Ahora lo pienso y me doy cuenta de la tremenda voluntad que tuve y hasta qué punto fui permeable al pensamiento de este poeta católico (Gerardo Diego asegura que estuvo muy cercano a la experiencia mística) y republicano anarquizante. Yo sé lo que es plantarme de in tirón en el pueblo que le vio nacer (Tábara, en Zamora) tan sólo por estar allí, con él, el 1 de abril, acompañándole en la tristeza que nos producía la onomástica de la victoria de Franco. Todo saldrá a la luz quizá dentro de poco tiempo. No sé cómo estará Ildefonsa Ruíz Salcedo, la alcaldesa del PP que tanto interés tenía en que aquellos folios que yo luego tiré al mar, en la playa de la Malvarrosa, una noche que me fui a buscar a las sirenas. Ella quería que fuesen a parar a las manos de Demetrio Madrid, y que se me diese una subvención y no sé cuántas cosas más... Pero éste es un asunto que me desplaza, aunque no del todo, del fondo de este artículo.
Recorrí, pues, toda España tras la huellas de León Felipe. Felipe Camino Galicia fue gran amigo en México de Max Aub. Y Elena Aub (su hija), además de contarme las peripecias de este hombre con Sara Montiel, me dijo que fue su padrino. Entonces la alcaldesa de Segorbe era Olga Raro (PSOE) y la de Tábara, ya digo, Ildelfonsa (PP). Una vinculada a León Felipe y la otra a Max Aub. Lo de las dos Españas siempre ha sido mi cruz. Hace poco, alrededor de dos meses, el coronel Amadeo Martínez Inglés, el que se metió en la boda real con un revólver del 38, para demostrar que los servicios de seguridad eran ineficaces, el mismo que estuvo a punto de venir a Segorbe para participar en la mesa redonda sobre José Antonio y la II República, me dijo: “O te armas de valor, o entre los dos bandos de despedazarán”.
Pero aún estoy entero. Supongo que por bastante tiempo. A pesar de que ya me avisa un tal Freixenet (ya ven ustedes que la dignidad del amenazador consiste en esconderse en un apodo) de que hay gente que quiere ajustarme las cuentas, o algo así. Y no sé si temblar o reír, aunque la ventana de Segorbe permanece abierta.
Lo digo porque, una tarde de verano, tras pasar unas horas en Pastrana, donde estudiaba el periplo de don Camilo en su viaje a la Alcarria, me fui a pasar el resto de las horas a Almonacid de Zorita, donde León tenia una farmacia desde cuya ventana veía pasar la vida:
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente a través de la ventana.
Yo hago lo mismo, durante horas y horas. A veces me pregunto si vale la pena (vista la catadura moral de algunos tipos) seguir con esto de La fuente Larga. Pero reconsidero y llego a convencimiento de que unos cuantos mastuerzos no pueden condicionar la libertad de nadie, y menos aún mancillar o truncar el aprecio que le tengo a Segorbe.
Es, no obstante, muy triste esto de mirar por ventana. También muy digno. Javier Sardá cuando hacía en la Ser el programa La ventana, era un señor; después, en las Crónicas marcianas, pasó sujeto degenerador de la profesión. Pero, sí, las ventanas suelen ser los microscopios agigantados de los poetas. La hermana de Dalí, asomada a una ventana sobre el Mediterráneo, pasa por ser la mujer más erótica de toda la pintura española.
En fin..., León Felipe cerró aquel poema con la amargura (consustancial en su poesía) de tener que ver, asomado en aquella ventana, cómo se llevaban muerta a una niñita que le sonreía cuando iba al colegio. León Felipe (lo sabemos muy pocos: yo porque me lo dijeron en el pueblo) tuvo que irse de Almonacid de Zorita, de su farmacia y de su ventana porque se lió con una lugareña, pero allá por donde voy, allá por donde me asomo a una ventana, y cada vez que lo hago en la digitalizada de Segorbe, siguen retumbándome en el alma los casi últimos versos del poema:
… Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
a través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja muy blanca…
En una caja
Muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se le veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana.
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