Tuesday, August 29, 2006

"María", la musa de mis pajas juveniles

Tuesday, August 22, 2006

Conforme se acerca la muerte, la mía, voy procurando estar en paz con Dios y quedar en paz con las personas, animales y cosas que me han dado paz en mi vida. La musa de mis pajas adolescentes, recién hallada, llorada y recuperada en el libro de dibujo artístico de mi difunto padre; es decir, en un ejemplar de tapas duras (también una ironía lo de "duras") que entonces tenía escondido en el altillo de un porche (a veces pienso que mi padre también lo utilizaba para meneársela, ya se sabe: de tal palo tal astilla y etc., etc..) pasaba conmigo largas siestas de verano, horas de moscas, arreglo de aparejos de pesa y erecciones prolongadas… Nada del Capitán Trueno, ni del Jabato ni tan siquiera de Roberto Alcázar, que era un caballero español… Nada. Venían a ser aquellas horas, tras el onanismo bien practicado, las de las de la quietud contemplativa de los melones ahorcados, incomprensiblemente ingrávidos en la techumbre. Algo que todavía me asombra. Siestas como las que nombraba don Antonio Machado en Las moscas; o sea, siestas de “las claras tardes de estío”, cuando empezaba a soñar… Y yo también soñaba, evidentemente, pero tras las pajas, para poder recobrar la quietud y el seso.
El asunto, no crean, es de gran humanidad y poesía, de película estilo nouvelle vague, si uno sabe enfocarlo con cierta maña. Pero, para que quede valorado como tal, es necesario que primero yo sea conocidísimo, según los insultos que periódicamente recibo de un conocidísimo borrego de la Administración social. Estos tipos, tan áridos y mediocres, también forman parte de la nouvelle vague palantina que se avecina. Ya lo verán...
Pero volviendo a la musa de mis pajas, que es de lo que se trata, resulta curioso que, al cabo de cuarenta años siga quedándome extasiado en su página y obviando las demás. Esto no puede ser pecado, sino fidelidad a un modelo de belleza, de vida e incluso de ética… Porque son cientos y cientos los dibujos del libro y siempre gana el de ella… ¿Que cómo se llama?... Nunca me lo planteé, pero quizá sea está la ocasión… Los de Onda Cero que ahora, a las 4; 49 de la madrugada, escucho, me sugieren María, que es el de una chica que entrevistan y que trabaja en una línea erótica, cumpliendo un trabajo de alto valor social. Es decir, que al cabo de cuarenta años he descubierto que se llama María. Nada ocurre por casualidad, quizá por eso los de la radio han pasado a darle caña a la adolescencia nazi, quiza sin pajas, de Günter Grass.
Yo creo que mi musa tenía (y tiene) un poco de aire de Liz Taylor y un muy alto parecido y modo de ser con Ava Gardner (el animal más bello del mundo) , tan marcada por las largas cambiadas de Luis Miguel, “Dominguín”, y Mario Cabré. También tiene su cosa de sensualidad française, ya digo, por lo de la nouvelle vague. Pero me empequeñece como escritor porque no sé cómo definirla.
Es verdad que había veces que mi madre nos escondía el libro, a mí y a mi padre... Entonces pasaba una temporada de desazón y no tenía más remedio que solucionar lo de las pajas con la foto de una señora que anunciaba fajas Soras en un emjemplar de Selecciones del Reader´s Digest, que a eso le llamo yo echarle ganas y huevos; pero los tiempos eran así.
Ahora los progres no sé si se la menean o qué… Total, por cuatro perras gordas tienen las fotos de las pendejas que sacan los de Interviú (grupo Z) o el porno televisivo del Canal Plus de Polanco, que tal vez sea para lo único que sirve. Habría que preguntarles a los venezolanos del sistema, Pedro Zerolo y Boris Izaguirre; o a "Ramoncín", nuestro Elvis Presley delgadito y poquita cosa, o a Fernado Delgado, que sabe de estos temas por La mirada del otro, o a Manuel Rivas y Suso del Toro que son para el PSOE lo que don Marcelino Menéndez Pelayo y don Ramón de Campoamor fueron para la decencia clásica española.
¡Quién sabe!… ¡A lo mejor, lo político y sexualmente correcto es el pecado nefando de toda la vida y no la clásica, altiva e hispánica “gallarda” de buena filología!… Yo no sé… Personalidades relevantes de la cultura como Fernando Sánchez Dragó y Paco Umbral tienen a gala ostentar en sus biografías las prácticas onanistas como preludio de sus creaciones artísticas. El mismo Iñaki Zaragüeta me dijo que en el ABC sólo se les permitían pajas mentales a don Jaime Capmany y a don Camilo José Cela... Sánchez Dragó, habla incluso de dos al día, en forma adusta y esteparia, como cristiano viejo... Umbral, más barroco, llegó a decir que los tres golpes últimos al pene no hay mujer que sepa darlos como Dios manda. Y, nostálgico en los recuerdos de salinas y arboledas, Rafael Alberti nos habló de sus pajas en los tejados, deslumbrado, quizás, por un erotismo luminoso que luego llegaria con Ana Rosetti. Nadie forjado en las dificultades de la cultura le ha hecho ascos al reconocimiento bellísimo de las cascadadas o manuelas. El citado maestro don Camilo, hace bella exégesis de la masturbación en uno de los primeros pasajes de Mazurca para dos muertos (obra sobre la que volveré para enunciar las nueve señales del hijoputa, que el premio Nobel enumera y creo de gran provecho cívico pregonarlas, para identificar de un vistazo a los susodichos… Cuenta, pues, el insigne escritor de Iría Flavia que…: “A Lázaro Codesal lo mató un moro a traición, lo mató mientras se la meneaba debajo de una higuera, todo el mundo sabe que la sombra de la higuera es muy propicia para el pecado en sosiego”.
Yo celebro, pues, en la intimidad de mi noche oscura del alma, tan feliz encuentro con la mujer adulta de aquellos días imaginativos. Porque la musa de mis pajas era ( y es ) superior en belleza y misterio a una Gracia de Rubens, a la Venus de Boticelli, y a la valazqueña de Del espejo; e incluso a la Maja de Goya. Ninguna mujer más fiel para mi esencia: ella fue quien vio aflorar los primeros espermas de mi ser, ella, la misma que ahora, ya en edad prostática, sigue resultando irresistiblemente hermosa en la página ocre del (nunca mejor dicho) “Manual” de dibujo al desnudo.
Sigo enamorado de la musa de mis pajas juveniles. Al fin y al cabo, cuando me la meneaba en el porche, la vida era un futuro sin muerte y las aguas de los ríos, que iban a dar a la mar, eran límpidas y abundantes, a pesar de la pertinaz sequía, piscícolas y frescas... Su excelencia, el Generalisimo, era un señor del que se hablaba todos los dias, en Radio Nacional de España, a las dos y media de la tarde y a las diez de la noche, tras un largo toque de atención… Eran años en los que en verano se usaba nevera con hielo, y en invierno. brasero con brasas, y la leche, entera, siempre entera...
Joan Manuel Serrat, en los 80, le dedicó una canción a una mujer maniquí de parecida trascendencia en su infancia (De cartón piedra) … Estas cosas –repito, ya digo- pertenecen a la metafísca del alma y no se pueden evitar. Pero si mi mujer, la oficial, la del libro de familia, por mi mala cabeza, me echa de casa o se pone tarasca y resulta que me muero de repente, que me entierren con el libro de la musa de mis pajas. Es mi voluntad.

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